lunes, 2 de septiembre de 2013

del hombre de las cavernas y principios de la ciencia más moderna y avanzada, prejuicios de todas las fases 
históricas pasadas, mezquinamente localistas, e intuiciones de una filosofía futura como la que será propia del 
género humano unificado a escala planetaria. Criticar la propia concepción del mundo significa, pues, hacerla 
unitaria y coherente y elevarla hasta el punto alcanzado por el pensamiento mundial más avanzado. Significa 
también, por tanto, criticar toda la filosofía que ha habido hasta ahora, en la medida en que ésta ha dejado 
estratos consolidados en la filosofía popular. El comienzo de la elaboración crítica es la conciencia de aquello que 
realmente es, a saber, un «conócete a ti mismo» como producto del proceso histórico desarrollado hasta hoy, que 
ha dejado en ti una infinidad de huellas, recibidas sin beneficio de inventario. De entrada conviene hacer ese 
inventario. 
Nota //. No se puede separar la filosofía de la historia de la filosofía ni la cultura de la historia de la 
cultura. En el sentido más inmediato y ajustado, no se puede ser filósofo, esto es, tener una concepción del 
mundo críticamente coherente, sin la conciencia de su historicidad, de la fase de desarrollo que ella representa y 
del hecho de que está en contradicción con otras concepciones o con elementos de otras concepciones. La propia 
concepción del mundo responde a determinados problemas planteados por la realidad, que son perfectamente 
determinados y «originales» en su actualidad. ¿Cómo es posible pensar el presente, y un presente bien 
determinado, con un pensamiento formado a partir de problemas de un pasado con frecuencia muy remoto y 
superado? Si eso ocurre, significa que se es «anacrónico» en el propio tiempo de uno, que se es un fósil y no un ser 
viviente en la modernidad. O, por lo menos, que está uno «compuesto» de manera extravagante. Y de hecho 
ocurre que ciertos grupos sociales que en algunos aspectos expresan la modernidad más desarrollada, en otros se 
hallan retrasados respecto de su posición social y son, por consiguiente, incapaces de una completa autonomía 
histórica. 
Nota ///. Si es verdad que todo lenguaje contiene los elementos de una concepción del mundo y de una 
cultura, será también verdad que, por el lenguaje de cada uno, se puede juzgar la mayor o menor complejidad de 
su concepción del mundo. Quien habla sólo el dialecto o comprende la lengua nacional en grados diversos 
participa necesariamente de una intuición del mundo más o menos estrecha y provinciana, fosilizada, anacrónica 
en comparación con las grandes corrientes de pensamiento que dominan la historia mundial. Sus intereses serán 
estrechos, más o menos corporativos o economicistas, no universales. Si no siempre es posible aprender más 
lenguas extranjeras para ponerse en contacto con vidas culturales diferentes, conviene al menos aprender bien la 
lengua nacional. Una gran cultura puede traducirse en la lengua de otra gran cultura, es decir, una gran lengua 
nacional, históricamente rica y compleja, puede traducir cualquier otra gran cultura, esto es, ser una expresión 
mundial. Pero un dialecto no puede hacer eso. 
Nota IV. Crear una nueva cultura no significa sólo hacer individualmente descubrimientos «originales», 
significa también y de manera especial difundir críticamente verdades ya descubiertas, «socializarlas» por así 
decir y hacer que se conviertan, por tanto, en base de acciones vitales, elemento de coordinación y de orden 
intelectual y moral. Conducir a una masa de hombres a pensar coherentemente y de manera unitaria el presente 
real es un hecho «filosófico» mucho más importante y «original» que el descubrimiento, por parte de un «genio» 
filosófico, de una nueva verdad que queda en patrimonio de pequeños grupos intelectuales. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario